Él fue el único que se quedó a mi lado cuando me fui a encontrarme.
Él único que cuando ni tan siquiera me conocía a mí misma me recordaba momentos que formaban parte de mi.
De lo que quiera que seamos.
De lo que quiera que fuimos.
Fuego.
Aire.
Niebla.
Tormenta.
Todo a la vez.
Todo de golpe. Sin control.
Mordiéndote los labios, o los míos, que más nos daba en ese momento.
Besándonos las ganas. Y los sueños.
En ese camino, en esa llovizna que recorría tu piel suavemente, casi como un tornado cuando tus dedos se fundían con ella.

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